miércoles, 19 de septiembre de 2012

Premios

Mañana enviaré por correo los tres primeros ejemplares de mi recién terminada novela al XVII Premio de Novela 'Vargas Llosa'. A la vista tengo otros premios y un listado de editoriales.

El momento de empaquetar tu primer manuscrito para lanzarlo a la aventura de un concurso literario es ilusionante, a pesar de que sabes que compites con cientos, a veces miles, de novelas que harán al jurado dudar y tomar decisiones siempre necesariamente injustas desde el momento en que se frustran las expectativas de autores con historias de gran calidad.

Considero, sin embargo, que el trance de enviar tus historias a concursos es un hecho limpio, humilde y que te pone a prueba como escritor.



La satisfacción de ganar o ser finalista es tan inmensa que merece la pena el desengaño de las múltiples derrotas anteriores. Ser mencionado en un concurso implica ser reconocido como autor anónimo, sin que influyan otros condicionantes que no sean el de la calidad literaria de tu obra.

Quedar finalista del XIX Premio Internacional de Novela Luis Berenguer supuso para mí, quizás, el tomar definitivamente en serio mi faceta de escritor. No recuerdo emoción instantánea más explosiva que esa llamada desde el Jurado para comunicarme que había traspasado la frontera de los que son seleccionados como elegidos.

Sé que hay corruptelas, intereses creados, contactos previos, presiones sutiles... pero sigo creyendo en la nobleza de estos concursos literarios que realmente buscan novelas que aporten algo, que emocionen y diviertan.

Cuando, meses después de quedar finalista y no ganar con mi No te supe perder, conseguí contactar con uno de los miembros del Jurado en la firma de uno de sus libros, éste me vino a decir que mi novela era demasiado triste para ser comercial.

Afortunadamente, se equivocó. Funcionó muy bien a pesar de la crudeza de la historia que contaba.

Aún así, me influyó mucho esa confesión, justo cuando estaba comenzando a escribir esta novela que hoy empaqueto para lanzarla al espacio agresivo, emotivo y desasosegante de los premios literarios.

Hay que ser paciente y creer en la propia fortaleza. En nada está aquí noviembre, cuando el fallo del jurado se hará público. Para entonces, si no recibo ninguna llamada de felicitación, ya habré puesto suficientes huevos en la cesta (premios, editoriales, agentes literarios...) que me tendrán a la expectativa de alguna alegría.

Lo normal es que no llegue nunca esa llamada, pero si no se intenta seguro que el teléfono nunca sonará.

1 comentario:

  1. Sería excelente una recomendación de cómo escribir en tiempos de crisis. Tengo un bebé elefante (que lleva en gestación más de un año) y entre el desempleo y la crisis me vuelvo loca.

    Felicidades por tu libro, espero verlo pronto circulando.

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