viernes, 26 de octubre de 2012

Reposo

Una buena historia necesita de un período de reposo antes de que vea la luz. Se debe desconectar de ella por completo, quitarte de la cabeza los nombres, lugares y conflictos, tratando de evitar hablar de ella ni buscarle defectos o virtudes con ansiedad.

Es la receta en la que creo y la que aplico a mis novelas.

La falta de memoria en mí facilita la tarea. Tanto es así que, cuando el próximo 1 de noviembre tome la historia para merendármela en el puente festivo que se avecina, seguro que acabo por sorprenderme con alguna de las escenas o de emocionarme con alguno de los diálogos.

Es el momento de sacar la tijera y recortar todo lo superfluo, como una pieza de aluminio sacada de la fundición, ya fría. Hay que arrancar los restos de rebaba metálica que afean, distraen y pueden producir algún corte en quien la manipula.



Ya está entregada a un par de premios, la suerte está echada, y habrá que ir preparando nuevos ejemplares para otros que se acercan. Pronto registraré la historia y el nombre, tendré la portada y la revisión definitiva. Es entonces cuando comenzaré a preparar el dossier con el que comenzar a comercializar la novela a editores y agentes literarios.

Siempre que termino una novela me preguntan, ¿cuándo la presentas?, cuando en el fondo ese final no es más que el principio de una larga travesía. La pregunta más acertada sería: ¿la publicarán?

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