lunes, 17 de diciembre de 2012

Título

Hace años comencé a escribir mi última historia de ficción, hace pocos meses la finalicé.

Quiero ir con calma, hacerlo todo bien para llegar a redondear una obra honesta, emotiva y divertida, fácil de leer pero compleja, actual aún tratando conflictos humanos que pudiesen ser entendidos en cualquier época y lugar.

Imaginé hasta dónde podía llegar el amor, el real entre amantes ya disfrutado durante años, sincero pero barnizado por innumerables actores externos que lo pulen, lo retuercen, dimensionándolo con otras formas distintas a las originales.

Quería analizar, a partir de una pareja inventada, cómo actuaría uno de ellos cuando la otra persona le abriera de par en par las puertas a otros amores de juventud.

Creada la trama mis personajes se rebelaron, ningún humano -me decían con sus reacciones- es capaz de tanta generosidad, nadie ama tanto como para entregar a otra persona el objeto de su deseo por buscarle la felicidad total, aún sintiendo que no tenga la energía suficiente para mantener encendida con la misma potencia la llama de su relación.

Surgieron dudas en aquella persona que ofrecía, surgieron dudas en aquél a quien le presentaban otros caminos y, como siempre ocurre, se cruzaron otros motivos, circunstancias imprevistas, informaciones que uno no conoce del otro hasta que no lo pone a prueba. El antiguo amor de juventud ya no era el mismo ser humano, ni podía hacerse cómplice de una estrategia sin conocerla.

A quien diseñó la estrategia se le escapó que la vida siempre puede ofrecer sorpresas más grandes de las intuidas y una muerte amiga vino a sacudir todos los resortes inimaginados cuando se veía sólo la propia realidad de una estrategia construida, a pesar de las buenas intenciones, de manera artificial.



Creemos en el control de nuestros actos, pero la bola del mundo rueda mucho más firme y mis personajes, aturdidos, se dejaban guiar por el temor a haber perdido una estabilidad que nunca deja de ser una quimera.

El círculo no podía cerrarse, porque las historias humanas no son circulares ni tienen sentido completo en sí.

Alguien abre la puerta por amor y no sabe hasta qué punto uno es pequeño cuando pierde las coordenadas del ser amado.

Y el ser amado, empujado a ponerse a prueba sin saberlo, soltado de los hilos que le unen a su relación afectiva de siempre, comienza a huir hacia adelante queriendo encontrar el camino de vuelta hacia un tiempo anterior del que no sabe cómo ha salido.

Dos seres humanos, repletos de buenas intenciones, se perdían en dos dinámicas perversas confundidos por el creer conocer al otro.

La historia estaba escrita.

Tocaba el momento de colocarle un título y registrarla. Hoy ha sido ese día y el título no podía ser otro, tanto para la que organiza la estrategia como para el que participa en ella sin saberlo:

Huyendo de mí.

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