jueves, 12 de julio de 2012

El tono

Es importante saber qué ambiente crear para que el lector, en cuanto te dé la oportunidad de leerte, sepa en qué mundo se va a meter, con qué códigos.

No se puede pretender contentar a todos, porque ello implicaría una literatura demasiado poco exigente y prostituida. Hay que tener claro hacia quién va dirigida y qué buscarían esos potenciales lectores en tu historia. En función de ello se establecerá un tono intimista, arrebatador, urbanita, duro, frío, más o menos dinámico, provocador o pausado.

La novela por la que me decidí esta vez tenía que construirse a partir de unos esquemas de fluidez, lenguaje directo y una base potente de diálogos que mostrara a los personajes más por lo que hacen y dicen que por lo que el narrador cuenta de ellos.

¿Qué tiene que ver esto con el público en el que yo pienso?

Creo que mucho.

Mi público objetivo es urbano, no es clásico, tiene una edad media y está de vuelta de determinadas ingenuidades que mis historias no pueden, no quieren ofrecer. Pienso en un lector que dé mucha importancia a lo que se cuente, a cómo se profundice en ello, pero sin estar atento a la estructura ni al estilo. Huyo, por tanto, de lenguajes barrocos ni exceso de reflexiones que frenen la lectura.

Quiero provocar emoción más que reflexión en lo instantáneo del hecho en sí de la lectura, teniendo como objetivo final que la historia llegue y acabe impactando en determinadas interioridades de quien se enfrenta a ella. Es decir, busco la reflexión como consecuencia, no como inmediatez.

Decido entonces que esta novela en construcción tenga un lenguaje directo, de frases cortas pero trabajadas, escrito en tercera persona por la obligación que impone el ser una historia coral y para reforzar el tono cinematográfico, urbano y ágil de que procuro impregnarla.


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