domingo, 15 de julio de 2012

Narrador

La mejor forma de diseñar un narrador en una novela es hacerlo invisible, que nadie se plantee nada acerca de su existencia.

Salvo que el narrador forme parte de la trama y sea una figura clave, si un lector medio comienza a intrigarse acerca de si se narra en primera o tercera persona, si es omnisciente o qué tipo de lenguaje está utilizando, entonces estamos cometiendo un fallo.

La clave de una buena historia es que nos introduzcamos en ella haciéndonos preguntas y soñando alrededor del mundo que se ha creado para aquél que ha dado la oportunidad a la obra de ser leída.

Preguntarnos con respecto a todo lo accesorio que rodea a la novela, salvo que seamos estudiosos o literatos, implica un defecto de fondo en la construcción de la misma.

Es por ello que la figura del narrador es tan importante trabajarla como imprescindible que no se note.

Cuando comencé a escribir mi novela decidí que el narrador, de forma parecida a mi obra anterior (No te supe perder), nos contara la historia desde la objetividad de la tercera persona y la subjetividad del conocer sólo lo que el protagonista puntual conoce. Porque una de las claves de esta apuesta narrativa será el ir variando de personaje principal de forma sucesiva, imprevisible, en idas y vueltas que permitan al lector escapar por importantes períodos de tiempo del acompañamiento de uno de ellos para irse de viaje con alguno de los otros.

Esta fórmula narrativa es arriesgada porque, de alguna forma sutil, tenía también que cambiar el ritmo, el tono, el lenguaje que acompaña cada fase narrativa, creando universos propios que no se salieran en ningún momento del código penal establecido.

Cuando se juega tan fuerte, es necesario hacer determinados tests con lo escrito al llevar avanzada la faena, con alguien de confianza y lector asiduo de todo tipo de literatura, para tener un retorno de sus sensaciones y comprobar, a base de preguntas tomando un café tranquilo, si en algún momento el narrador ha dejado entrever sus garras.

En esta ficción que estoy creando, hace algún tiempo dejé todo lo escrito a Santi Moliní, amigo y escritor. Pude constatar que, cuando el narrador se iba se paseo con Virginia, él se despistaba. Luego ya tengo una tarea pendiente: reparar la estructura narrativa que rodea a ese personaje.



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