lunes, 30 de julio de 2012

Otra mirada

Desde mi primera novela, Tres, nunca publicada, hasta la última, No te supe perder, siempre he abusado de mis amistades y conocidos cuando llegaba la fase final del relato.

En esto, como en todo lo referente a la literatura, no hay norma.

Ayer estuve cenando con José Luis Rodríguez del Corral, último ganador del Café Gijón con su demoledor a la vez que exquisito Blues de Trafalgar, y hablaba de su negativa absoluta a compartir nada antes de la entrega al editor.

Yo, en cambio, necesito tener otra mirada para dar por cerrada una novela. Debe ser gente de mi máxima confianza, lo que implica la confianza en sí en lo personal y la certeza de que va a ser honesto, leal y constructivo en el retorno que me dará de su percepción de la historia.

En esta que me traigo entre manos ha sido Santi Moliní, amigo y escritor, quien ha recibido el manuscrito cuando éste estaba suficientemente maduro y tan sólo quedaba un tercio de la historia por contar.

La cerveza que compartimos días después es una de las mejor aprovechadas en todas las fases de este proyecto. Viene de vuelta, como un vendaval, el relato al que tú has dado vida, rebotado hacia ti, contado por otro, interpretado con distinta sensibilidad. Ya no es sólo la corrección de frases, expresiones o ciertas estructuras, sino el mensaje que él ha recibido lo que me interesa.

Me habló de la profusión de personajes al principio, lo que me ha servido para reducir al mínimo los nombres de los primeros capítulos que hacían referencia a aquéllos que no iban a ser determinantes a lo largo de la novela. Me confesó los momentos de clímax que percibió y dónde temió que la novela podría desbordarse, lo que me hizo revisar un capítulo crítico en la llegada de Leo y Pablo a París. Me hizo reflexionar sobre el ritmo dado a la narración cuando ésta acompaña a Virginia, en cuanto a que no perfilaba bien las características de esta sevillana emigrada a Francia y embarcada en una vida de lujos rota de cuajo por la muerte de su marido; ya tengo varios post-its con anotaciones para reforzar la definición de esta mujer como protagonista.

Ahora toca entregárselo a Mariángeles, mi onubense favorita, devoradora de libros, culta, vividora y apasionada amiga y lectora. Con ella la novela está mucho más avanzada, se han incorporado las sugerencias que he visto aplicables venidas de Santi. Vendrán otras cervezas, otro retorno de sensaciones y, de nuevo, la capacidad para recibir las críticas con apertura de miras.

Creer en la perfección de lo escrito es la mejor forma de no progresar.



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